Margarita


El autobús arrastraba sus ruedas sobre el húmedo asfalto, y yo escribía rasgando interioridades en un pequeño papel cuadriculado, que al saciarlo por las dos caras, con la letruca chica que me caracteriza, guardé en uno de los bolsillos del bolso que aunque no me acaba de gustar me resulta práctico.
En ese momento, ante mí, en la parada un cartel que me sorprende por el anuncio de una pelñicula, evocando el cuento infantil de los dos hermanos abandonados en el bosque porque la penuria de los padres no permitía alimentarlos. La película que viene al caso, presenta un chico y una chica pertrechados con armas potentes, y el subtitulo indica que son cazadores de brujas.
¿Qué me trae el nombrarlos?
El caso es que a partir de ellos mi mente divaga, y atiende a un recuerdo, el de la amiga difunta a que asocia con su nombre, Gretel que en nuestro idioma es Margarita.
A partir de ese momento. el resto del camino, mis pensamientos se ocuparon con el símil de la flor que deshojamos con sí o no.
Una margarita es una flor de blanco impoluto, aunque hay variedades de otro color que organizan sus pétalos de forma similar.
Y mi memoria sigue sus meandros a ese tiempo pasado en que mis flores más preciadas fueron las margaritas.
Por no querer cortar su tallo y verlas marchitar, las tenía en hermosas macetas.
Había perdido ese recuerdo.
¡Hace tanto de ese tiempo!
En él soñaba un mundo en que no me paraba nada, debido a mi juventud. No tenía los treinta y ahora doblo la edad y mis fuerzas flaquean.
Hay unos versos que quisiera evocar.

Rubén Darío: Margarita, está linda la mar

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