INSPIRACIÓN VISUAL 86 Femicidio






Te escondes de tu miedo.

Miras por el rabillo del ojo,

oteando los silencios

tras los gritos y los golpes.


Ella yace sobre un charco de sangre, él te mira. Tu padre ha roto los diques y se ha desmoronado a su lado. Acaricia su pelo apelmazado por el coagulo que cierra el golpe.

Temes acercarte. No sabes por qué, pero te evades. Te alejas.

No puedes moverte. No sientes. No ves nada más. El tiempo quieto te congeló la sangre.

Quieres recordarte. Esa tarde luminosa entre uno y otra, cogiéndote las manos, alzándote en el aire.

        ¡Mamá!

        ¡Papá!

No suenan tus voces en el aire.

Tu muerte no la sabes.

Los tres transcendéis la carne.

Al final de un túnel ella tiende su mano.

Os alejáis sin veros.

Eran gritos ensordecedores.

        ¡Nunca! ¡No cuentes con ello! Si te vas, él se queda conmigo.

Una voz de hombre rompía la noche.

Los vecinos alertados llamaron a la puerta.

        ¡Paco, abre! No hagas locuras.

La voz no alcanza a la furia. Golpea sin control. Con ceguera.

Cuando vuelve en sí, observa la escena.

Recuerda. No había ido a verla con intenciones. Había aceptado sus condiciones. Se iría durante un tiempo. Se arreglarían. Era una crisis que superarían juntos, cuando ella volviera a aceptar sus besos.

No había soportado el rechazo, cuando quiso acariciarla, pidiéndole tiempo.

Cómo pudo hacerlo. Le entregó la cita de su abogado. Quería separarse. Divorciarse.

El niño se puso en medio, envalentonado, queriendo defenderla. Lo había apartado con un manotazo. Ahora estaba sobre una pared tatuada con su rastro.

Ella, también muerta. A golpes. Los de su furia.

Fue a la cocina, y sin pensarlo se cortó las venas, abrazado a ella.


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