CAMINO
CAMINO
Arrastro mi suela sobre el suelo
de esquirlas.
Marcho ilusionada, dejando atrás
un pasado que quiero limpiar con ilusión y esperanza.
He quedado sola.
Amarga fue la pérdida, pero mi
alegría es sentirme viva, y saber que hice más de lo que nunca hubiera
imaginado. Que el destino me puso a prueba.
Mi camino no tiene fin. No sé a
dónde me llevará, pero mi equipaje está libre de lastres.
Pasé por un pueblo en fiestas, y
compré los últimos globos que un payaso vendía.
Me miró, y sentí que me los
ofrecía.
Hacía tanto que nadie me miraba
hasta dentro del alma.
No tuve hermanos. Mis padres
marcharon antes de que los identificara.
Mis abuelos paternos se hicieron
cargo de mí. Me lo dieron todo.
Cuando creyeron que comprendería,
me explicaron lo que había sucedido.
Papá y mamá me habían dejado con
ellos, para que pasara unos días en su compañía. Ellos debían volver a sus
responsabilidades. Trabajaban los dos. Hubo un accidente en la autovía por la
que pasaban, y una explosión de un camión cisterna les alcanzó.
No lo recuerdo. Puedo reconstruir
ese pasado con imágenes del recuerdo de mi abuelo Tomás, que siempre contenía
las lágrimas cuando me lo explicaba.
Mi abuela Aurelia, escuchaba en
silencio y me apretaba contra su pecho. Yo sentía un profundo dolor, su emoción
entraba en mi corazón.
Cuando advertía mi tristeza, me
miraba fijamente a los ojos, y me decía que yo era un regalo.
Mis ancianos abuelos se han ido.
Dicen que es ley de vida, pero no entiendo eso.
He cerrado la casa, vendiendo
todas sus pertenencias y he decidido conocer lo que vaya descubriendo en mi
caminar.
Estudié. Con muy buenos
resultados. Ellos estaban orgullosos.
Quiero ser artista. Si encuentro
alguna tribu que se dedique a artes malabares y circenses, me gustaría unirme a
ellos. Por eso voy siguiendo caminos de pueblo en pueblo, buscándolos en esos
encuentros festivos.
© Ana M Sancho Biesa
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