UN ADIÓS



UN ADIÓS

"Me trajiste flores. En un intenso abrazo nos dijimos un adiós que parecía ser hasta pronto.
Marchaste. Para siempre.
No me perteneces. No eres de nadie. Ni de ti mismo.
Si hubiera intuido que te perdería, habría gestado cualquier estrategia para retenerte, para que hicieras tarde y perdieras tu vuelo. Ese que extravió mi vida.
Ningún superviviente. Ningún rastro al que mirarme.
Estallaste en el aire. Te esfumaste.
Esperaba tu llamada. La de hemos llegado. La de siempre. La común. La que me acompañaba hasta tu regreso.
Pilotabas. No pensaba en riesgos ni peligros. Volvías con rosas frescas y brazos abiertos.
Las tiré marchitas. Dejé de reír. Mi gesto se quedó roto.
Sin ti no hay vida."
Encontraron próxima a su mano una hoja manuscrita.
Ella yacía con los brazos fuera del agua enrojecida.
La chica que iba unas horas a ayudarle la encontró allí.
Un grito y llanto ahogado.
Llamó.
Gritó.
Algunos vecinos se acercaron.
Fueron ellos los que dieron aviso.
Llegaron y se la llevaron.
La chica en su espanto no pudo con ello.
La acogieron y acompañaron.
Una anciana le acercó un vaso, mientras la acogía en sus brazos.
−Toma, bebe. El agua con azúcar te quitará el susto.

© Ana M Sancho Biesa



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